¿Qué nos impulsa a hacer lo que hacemos?
Cada amanecer, nos enfrentamos a la tarea aparentemente sencilla de levantarnos, pero la verdadera interrogante es ¿Qué nos impulsa a dar ese primer paso? ¿Es la motivación intrínseca, la rutina diaria, las obligaciones sociales, o una mezcla de todas ellas? Este acto diario va más allá de la simple acción de levantarse o incluso de los hábitos ; es cuando todo esto nos sumerge en un ciclo constante de exposición a enfermedades, prejuicios mentales y desequilibrios en los ámbitos social, económico, laboral y emocional.
¿Cómo encontrar nuestro propósito de vida? Vivimos inmersos en una rutina automatizada los hábitos, que ejecutamos sin cuestionar su impacto en nuestra calidad de vida como seres humanos. ¿Qué determina un hábito y cómo ciertos hábitos pueden potenciarnos más como individuos?
“Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito.”
William James
¿Qué es un habito?
Según la Real Academia Española, un hábito se define como el “modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”. En términos simples, es la repetición de acciones que se arraigan en nuestra conducta cuanto más se repiten.
Tomemos el hábito de hacer ejercicio como ejemplo. La acción repetida es el ejercicio regular, seguido de recompensas positivas como la liberación de endorfinas, mejora del estado de ánimo y beneficios para la salud física y mental. La consolidación de este hábito se logra a través de la repetición de la actividad física, acompañada de recompensas positivas.
Ciclo de motivación:
El ciclo motivacional comienza cuando surge una necesidad, y aquí es donde entra en juego la teoría de las necesidades de Maslow. La “Pirámide de Maslow” organiza las necesidades humanas en cinco niveles, sugiriendo que satisfacemos estas necesidades de manera progresiva, avanzando de un nivel a otro.
Para comprender mejor la formación de hábitos, es crucial abordar la importancia de la disciplina y la constancia. Estos elementos no solo brindan estructura, sino que también aseguran la persistencia necesaria para arraigar verdaderamente un hábito en nuestra rutina diaria. La motivación inicial actúa como el combustible que enciende la llama del cambio. Sin motivación, el motor apenas arranca y el hábito queda estancado en la fase inicial.
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¿Cómo saber si mis hábitos son buenos o malos?
La individualidad y el contexto son factores clave al evaluar si un hábito es “bueno” o “malo”. Lo que puede ser beneficioso para ti puede no ser igualmente positivo para otra persona. Además, el contexto influye en la calidad de los hábitos, ya que un hábito puede destacar en un entorno específico y perder su efectividad en otro.
Algunas preguntas para analizar tus hábitos podrían ser:
– ¿Qué hábitos realizo automáticamente durante mi día a día?
– ¿Cuáles son mis hábitos más recurrentes?
– ¿Existen hábitos que me gustaría cambiar o mejorar?
– ¿Qué hábitos creo que están alineados con mis metas y valores a largo plazo?
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El poder de los hábitos
La toma de conciencia profunda de nuestros hábitos, el minucioso análisis y la adaptación consciente de nuestras rutinas nos brindan la oportunidad de esculpir la esencia dentro del trasfondo de nuestras acciones automatizadas. Este enfoque selectivo nos concede el poder de mejorar, ajustar y alinear nuestros hábitos con las metas y valores que residen en lo más profundo de nuestro ser.
Cada hábito, ya sea la lectura, el ejercicio, la meditación o cualquier otra práctica, se erige como un vehículo para el crecimiento personal y la búsqueda incansable de la excelencia. La individualidad, el contexto y la alineación con nuestros objetivos desempeñan un papel crucial al evaluar la calidad de un hábito.
Referencias bibliográficas:
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